lunes, 21 de noviembre de 2011

LEVANDO ANCLAS



He necesitado un tiempo para reflexionar y asimilar tan nefastos resultados y esta nueva y adversa situación. Imagino, que ahora, estaréis igual de confundidos que un servidor. Probablemente, tampoco habréis logrado entender, al igual que yo, porqué los ciudadanos han preferido sacrificar su libertad y sus derechos sociales, por no sé qué maná que caerá del cielo y por no sé qué tierra prometida. Es curioso observar como la ceguera colectiva les ha hecho ver como a un Mesías a quien tan sólo es un mentecato. Pero no es tiempo de lamentos, sino de empezar a encarar nuestro futuro con decisión. Cuando has naufragado luchando contra las inclemencias y tu nave ha quedado damnificada, tan sólo te queda recoger los restos del naufragio, levar anclas y arribar a buen puerto para recomponer el navío. Cuando lo has perdido casi todo, tan sólo te queda comenzar a ganar de nuevo, o sea, que a partir de ahora, tenemos mucho que ganar y poco que perder.  Ciertamente esperaba con angustia, ansiedad y temor este día, pues todos los partes meteorológicos hacían presagiar la tormenta perfecta que se nos avecinaba, y que la realidad nos ha mostrado con toda su crudeza. Llevábamos ya demasiado tiempo luchando a golpe de timón contra los elementos. Una vez atravesado su ojo, y tras el periodo de duelo, tengo sentimientos encontrados, pues en cierto modo, siento una especie de liberación, de energías renovadas, de quien se siente libre de ataduras y ligero de cargas para comenzar a construir un nuevo futuro, no exento de dificultades, pero con ilusión y esperanza. Ahora, será otro barco el que tenga que soportar sobre su frágil arboladura la pesada losa de la responsabilidad, y degustar el salitre que irá corroyendo sus velas hasta dejarlo a la deriva. Será entonces cuando las gaviotas se tornen en buitres en busca de su propia carroña.  A nosotros nos toca comenzar la tarea de reconstrucción de nuestra nave, desde el orgullo de nuestros orígenes, desde la fe en nuestros ideales, desde el convencimiento de que nacimos para navegar libres y para liberar a otros del yugo de la opresión, de la injusticia y de la desigualdad. No me cabe ninguna duda de que nuestro bajel volverá a izar sus velas con más bravura que nunca para surcar y conquistar de nuevo esos mares. Hoy, tras ciento treinta y dos gloriosos años de navegación, y mil y una batallas ganadas, tan sólo es el primer día del resto de la vida de nuestro histórico navío.

martes, 15 de noviembre de 2011

LOS NUEVOS JINETES DEL APOCALIPSIS


Asistimos impávidos, como espectadores pasivos, al derrocamiento de gobiernos democráticos que son reemplazados por tecnócratas.Lo que caracteriza a la tecnocracia es la tendencia a suplantar el poder político en vez de apoyarle con su asesoramiento. El tecnócrata aboga por que la decisión de tipo político y discrecional puede ser reemplazada por una decisión no discrecional. Es el reemplazo de la política por la ciencia de la producción, del “gobierno de los hombres” por “la administración de las cosas, la deshumanización de la política y la negación de la Democracia participativa tal como la entendemos.
De la desconfianza tecnocrática en la voluntad o en la capacidad de los individuos particulares o asociados de realizar un sistema económico más eficiente se deriva tanto la propensión a planificar una nueva sociedad por medio de un sistema de control tecnoburocrático, como la expulsión de la vida social de todo principio que no sea cuantificable, la aversión hacia una concepción del bien común que no se reduzca a puro bienestar material.
La ocupación de esta esfera política trae consigo la demonización por incompetencia, de los individuos que actúan tradicionalmente en ella; y también la afirmación de la plena suficiencia de la competencia para la gestión de los asuntos públicos, conforme a una concepción simplista de la sociedad como unidad productiva de la que, en un primer momento, hay que maximizar su expansión económica, y en un segundo momento, integrarlas en un sistema económico mundial. Para tal fin hay que adaptar las estructuras institucionales y administrativas actuales.
Como vemos, poco margen queda para la soberanía de los estados y para la libertad del individuo a la hora de elegir el sistema socio- económico y político en el que desea vivir. Ya lo hacen otros por él.
Los nuevos jinetes del Apocalipsis cabalgan sobre sus coloridos corceles reconquistando la vieja Europa como ángeles custodios de su propia supervivencia. Guardianes de sus tesoros, administradores de los bienes de los hombres libres, que ahora pasan a ser esclavos de un sistema económico que les oprime. Estas cuatro bestias que montan en caballos blancos, rojo, negro y bayo, representan, según la exégesis, las figuras de la victoria, la guerra, el hambre y la muerte, respectivamente, aunque sólo a este último se le designa con el nombre de Apocalipsis.
Hoy se agrupan bajo el nombre de “Los Mercados”, y enfundados en sus máscaras de oropel para que nadie vea y reconozca sus rostros,  representan la victoria de su poder frente al poder político, la guerra  que se está librando entre dos sistemas enfrentados(el político y el económico), el hambre como escenificación del desamparo de los ciudadanos de esa Europa que viró a la derecha en busca de un horizonte resplandeciente que terminó por cegarlos y arrojarlos al abismo, y la muerte de los anhelos y las aspiraciones de prosperidad y de libertad de la vieja Europa si nadie lo remedia y se enfrenta con vigor a éstos nuevos jinetes del Apocalipsis.

OBREROS


Será que soy un nostálgico o un romántico que se empeña en salvaguardar lo que nos queda del pasado. Últimamente escucho que los obreros ya no existen, que aquello del movimiento obrero y de todo lo que significó es ya un recuerdo remoto del pasado. Pero yo, quizás por terquedad o por necesidad, me niego a resignarme y sigo diciendo que los obreros existen y que el movimiento obrero entrará en un nuevo apogeo .Y si no, qué soy yo, sino un obrero de la palabra, pero obrero, al fin y al cabo. Y qué son otros tantos compañeros y compañeras.  También los obreros hemos cambiado al igual que lo han hecho los tiempos, y nosotros hemos tenido la oportunidad de formarnos, de viajar, de leer a los clásicos y sobre todo de poder disfrutar de unas mejores condiciones de vida gracias a la lucha de los obreros de antaño. Obrero es toda aquella persona que presta sus servicios a otra (patrono) por un salario determinado, es decir, cualquier trabajador por cuenta ajena. Por lo tanto, todavía hoy en día, son muchos los obreros y otros tanto los que aspiran a alcanzar tal condición.
El PSOE siempre ha llevado con orgullo entre sus siglas la “O” de Obrero y debe seguir llevándola, poniéndola en alza y puliéndola para que siga brillando con la misma intensidad que antaño.
 Jugando con la polisemia, también la “P” de nuestro partido puede significar hoy en día nuestro Proyecto de futuro. Un futuro basado en los mismos valores de siempre y adaptado a las nuevas necesidades y demandas sociales, pero sin renunciar jamás a nuestros orígenes, sino poniéndolos en valor y reconociendo que nuestro país se ha ido sustentando y desarrollando a medida que lo hacían esos valores.
La “S” de Socialista alcanza su otra máxima cuota de expresión en el desarrollo de todos los avances y derechos Sociales conseguidos con la suma de todos los gobiernos socialistas que han situado a este país como uno de los más avanzados   en el desarrollo y la protección de los mismos.
Y la “E” final de Esperanza. De una esperanza que renace de la suma y la confluencia de todas las anteriores siglas.
Los Obreros del S.XXI esperan de nuevo el cobijo de nuestro partido. Esperan que sigamos luchando por salvaguardar su dignidad, por mejorar sus condiciones, y que tendamos la mano a los más desfavorecidos a través de los sistemas de protección que hemos ido tejiendo hasta conformar el mayor abanico de protección y derechos sociales que ha tenido nunca este país.
Los obreros siguen estando ahí fuera como una mayoría silenciosa, tal vez invisibles a nuestros ojos, pero que espera ansiosa a que les volvamos a poner ojos y cara. Ellos, cual hijo pródigo, necesitan que les abramos de nuevo las puertas de nuestra casa y que les acojamos con los brazos abiertos, que les escuchemos y que caminemos juntos en la misma dirección. Hacia la meta de esa tierra prometida que llamamos Justicia Social.

martes, 8 de noviembre de 2011

LA CAJA DE PPANDORA

Por orden de Zeus, padre de los dioses, Hefesto, dios del fuego, famoso por sus habilidades, formó la estatua de una hermosa doncella. Hermes, el mensajero de los dioses, otorgaría el habla a la bella imagen, y Afrodita le daría todo su encanto amoroso.

De este modo Zeus, bajo la apariencia de un bien, había creado un engañoso mal, al que llamó PPandora, es decir, la omnidotada; pues cada uno de los Inmortales había entregado a la doncella algún nefasto obsequio para los hombres.

Condujo entonces a la virgen al país de piel de toro. Donde los mortales vagaban mezclados con los dioses, y unos y otros se pasmaron ante la figura incomparable de tan bella doncella. Pero ella se dirigió hacia los incautos, los desesperados, los que no tenían decisión propia, llevándoles una caja como ofrenda y prometiéndoles que en su interior se ocultaban las soluciones a todos sus males. En vano se había advertido a los ciudadanos que nunca aceptasen un obsequio venido del Olimpo. Para no ocasionar con ello un daño a los hombres, debían de rechazarlo inmediatamente.

Algunos ciudadanos, desprovistos de razón y confianza se olvidaron de la advertencia y acogieron gozosos a la hermosa doncella, sin percatarse que era portadora de mayores males que soluciones. La bella y cautivadora mujer portaba en las manos su regalo, una gran caja provista de una tapadera en la que aseguraban se encontraba oculto y a buen recaudo un “programa” que decía contener las mágicas recetas para salir de la enconada situación en la que se encontraban los ciudadanos, a quienes los dioses del Olimpo habían despojado de la falsa y ficticia prosperidad de la que habían gozado. Apenas abrieron la tapa de tan deseada caja y en seguida volaron del recipiente innumerables males que se desparramaron por la sociedad con la velocidad del rayo. Oculto en el fondo de la caja había un único bien: la esperanza; pero, siguiendo el consejo del Padre de los dioses, PPandora dejó caer la cubierta antes de que aquella pudiera echar a volar, encerrándola para siempre en el arca y esperando que otros ciudadanos dotados de juicio y valor, devolvieran la esperanza perdida a sus conciudadanos.
Moraleja: Los seres humanos no deben dejarse guiar por su desesperación y ser arrastrados al abismo. No deben creer en pócimas mágicas, ni en falsos profetas. Sólo guiados por un líder honesto y con el sacrificio y el trabajo conjunto de todos, se pueden alcanzar los preciados bienes que el hombre ansía y necesita para su felicidad.

lunes, 7 de noviembre de 2011

EN LOS TIEMPOS DE CAÍN

La nueva estrategia de la Izquierda Abertzale es sumar a las víctimas mortales a manos de los asesinos de la banda terrorista ETA, los fallecidos por actos terroristas, la mayoría en enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad del Estado y en “fallos propios” a la hora de colocar artefactos explosivos.
Pretender la equiparación de las víctimas no hace sino poner palos en las ruedas a un proceso de paz que todavía se encuentra en la incubadora.
En el largo y tortuoso camino que nos tocará recorrer hasta llegar a a asentar la paz verdadera, la reconciliación social y la normalidad, éste será uno de los primeros escollos que habrá que sortear con inteligencia y habilidad.
He encontrado un magnífico paralelismo readaptando un pasaje bíblico que nos retrotrae al uso de la violencia desde el principio mismo de la historia de la humanidad, según la concepción cristiana.
Adán y Eva tuvieron al principio dos hijos .Caín era el mayor y Abel el menor. Ambos brindaron ofrendas a Dios. Caín, que era de naturaleza egoísta, no ofreció lo mejor de su cosecha, sin embargo Abel sacrificó las mejores ovejas de su rebaño como dádivas. A Caín no le pareció bien que Dios apreciará más el regalo de Abel y empezó a sentirse carcomido por la envidia.  Cegado por la ira dio muerte a su hermano Abel, convirtiéndose en el primer asesino de la historia.
En los tiempos de Caín los hermanos mataban a sus hermanos, creyendo que con ese vil acto encontrarían la liberación de su pueblo. En los tiempos de Caín reinaba el terror, la oscuridad, el odio y el rencor.
Caín no escuchó el clamor de su pueblo. Su pueblo clamaba por la paz y la libertad, pero Caín estaba sordo y ciego de odio y siguió derramando la sangre de sus propios hermanos.
Caín no se conmovió con el llanto de su pueblo y llevado por su locura dio muerte a su hermano por el sólo hecho de que éste no pensara como él.
Llegado a la edad madura y desfallecido por la inanición, sin mostrar aún arrepentimiento por sus actos, pidió Caín a Yahveh ser equiparado a su hermano al sentirse también víctima como él.
Yahveh le concedió a Caín tan sólo ser víctima de su propia locura. De su propia barbarie y víctima de sí mismo y de sus actos, conduciéndolo a la tierra del olvido y condenándole a vagar hasta encontrar su arrepentimiento sincero y mostrar el perdón de sus actos.
 La aparición de la figura del victimario-víctima puede ser considerada como una referencia vital para recordarnos la complejidad del paso de la conflictividad terrorista a la convivencia en paz, libertad y justicia.

La reconciliación nunca puede fundarse sobre la base de la impunidad y el olvido. Pero la reconciliación es tan necesaria como lo son la verdad, la memoria sobre lo ocurrido -para aprender las lecciones que de ello se derivan- y el ejercicio de múltiples fórmulas de justicia en favor de las víctimas.
La cuestión fundamental ahora será encontrar una solución políticamente viable que, sin dar lugar a la impunidad, haga posible alcanzar la paz y una reconciliación social duraderas.
Mientras tanto Abel encontró la paz eterna, y sus descendientes fueron testigos de su justa memoria, de la justicia y de la verdad. Y sobre esas piedras edificaron una nueva tierra a la que llamaron Libertad.