lunes, 7 de noviembre de 2011

EN LOS TIEMPOS DE CAÍN

La nueva estrategia de la Izquierda Abertzale es sumar a las víctimas mortales a manos de los asesinos de la banda terrorista ETA, los fallecidos por actos terroristas, la mayoría en enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad del Estado y en “fallos propios” a la hora de colocar artefactos explosivos.
Pretender la equiparación de las víctimas no hace sino poner palos en las ruedas a un proceso de paz que todavía se encuentra en la incubadora.
En el largo y tortuoso camino que nos tocará recorrer hasta llegar a a asentar la paz verdadera, la reconciliación social y la normalidad, éste será uno de los primeros escollos que habrá que sortear con inteligencia y habilidad.
He encontrado un magnífico paralelismo readaptando un pasaje bíblico que nos retrotrae al uso de la violencia desde el principio mismo de la historia de la humanidad, según la concepción cristiana.
Adán y Eva tuvieron al principio dos hijos .Caín era el mayor y Abel el menor. Ambos brindaron ofrendas a Dios. Caín, que era de naturaleza egoísta, no ofreció lo mejor de su cosecha, sin embargo Abel sacrificó las mejores ovejas de su rebaño como dádivas. A Caín no le pareció bien que Dios apreciará más el regalo de Abel y empezó a sentirse carcomido por la envidia.  Cegado por la ira dio muerte a su hermano Abel, convirtiéndose en el primer asesino de la historia.
En los tiempos de Caín los hermanos mataban a sus hermanos, creyendo que con ese vil acto encontrarían la liberación de su pueblo. En los tiempos de Caín reinaba el terror, la oscuridad, el odio y el rencor.
Caín no escuchó el clamor de su pueblo. Su pueblo clamaba por la paz y la libertad, pero Caín estaba sordo y ciego de odio y siguió derramando la sangre de sus propios hermanos.
Caín no se conmovió con el llanto de su pueblo y llevado por su locura dio muerte a su hermano por el sólo hecho de que éste no pensara como él.
Llegado a la edad madura y desfallecido por la inanición, sin mostrar aún arrepentimiento por sus actos, pidió Caín a Yahveh ser equiparado a su hermano al sentirse también víctima como él.
Yahveh le concedió a Caín tan sólo ser víctima de su propia locura. De su propia barbarie y víctima de sí mismo y de sus actos, conduciéndolo a la tierra del olvido y condenándole a vagar hasta encontrar su arrepentimiento sincero y mostrar el perdón de sus actos.
 La aparición de la figura del victimario-víctima puede ser considerada como una referencia vital para recordarnos la complejidad del paso de la conflictividad terrorista a la convivencia en paz, libertad y justicia.

La reconciliación nunca puede fundarse sobre la base de la impunidad y el olvido. Pero la reconciliación es tan necesaria como lo son la verdad, la memoria sobre lo ocurrido -para aprender las lecciones que de ello se derivan- y el ejercicio de múltiples fórmulas de justicia en favor de las víctimas.
La cuestión fundamental ahora será encontrar una solución políticamente viable que, sin dar lugar a la impunidad, haga posible alcanzar la paz y una reconciliación social duraderas.
Mientras tanto Abel encontró la paz eterna, y sus descendientes fueron testigos de su justa memoria, de la justicia y de la verdad. Y sobre esas piedras edificaron una nueva tierra a la que llamaron Libertad.




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