jueves, 2 de febrero de 2012

UN MUNDO FELIZ


Reconozco que releer la novela “Un mundo feliz” escrita en 1932 por el británico Aldous Huxley, me ha creado cierta sensación de ansiedad, cuando no de perplejidad, por ver como su ideario de ciencia ficción no dista mucho del ideario que se pretende imponer desde hace ya algún tiempo en nuestra sociedad.
Todos los esfuerzos de la izquierda por adaptarse a los nuevos tiempos parece que no tienen la recompensa deseada. La derecha, por el contrario parece que ha encontrado una fórmula mágica, tan ilusoria como atrayente,  y que es el eje central de esta obra: Promete felicidad y bienestar para todos. Está muy al día en cuanto a imagen y técnicas de propaganda. Es la “cara amable” de un nuevo despotismo que degrada y deshumaniza al individuo, convirtiéndolo en mero sujeto y objeto de consumo.
Para lograr la consolidación de este perverso modelo es necesario imponer la noción de que las distintas ideologías ya están superadas, consiguiendo así desbaratar  los principios de la izquierda y alejarlos  de una gran masa de sus simpatizantes naturales.
En Occidente, los principios y ganancias históricas de la izquierda son objeto de ataque o están en entredicho. De forma paralela, la derecha, experimenta un auge gracias a su promesa de “soma para todos”. Las razones de este camino inverso y perverso no son principalmente políticas, sino culturales. En el punto ideológico-económico actual, la derecha ofrece un atractivo catálogo de promesas para una sociedad ansiosa y ávida de soluciones, haciéndola creer que se trata de auténticas elaboraciones políticas. Pero en la medida en que se rechazan las tradiciones, el lenguaje y las reglas de la vida democrática,  e incluso las instituciones, el sistema que abandera resulta profundamente antipolítico. De ahí que, como se ha visto, el poder político quede doblegado por el poder económico y por la tiranía de los mercados.
Al igual que anticipaba la novela de  Aldous Huxley, el mundo que se persigue podría ser esa utopía, aunque irónica y ambigua: la humanidad es desenfadada, saludable y avanzada tecnológicamente. La guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. Sin embargo, la ironía es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la diversidad cultural, la educación, el arte, la ciencia, la literatura.
Para asegurar una felicidad continua y universal, la sociedad debe ser manipulada, la libertad de elección y expresión se debe reducir, y se ha de inhibir el ejercicio intelectual y la expresión emocional.
Todo el planeta está unificado como un único Estado Mundial, que bien podría estar representado en nuestros días, por ese nuevo orden mundial que pretender imponer los mercados.
Al igual que en nuestro tiempo,  la vida en el Estado Mundial está dominada por una tecnología bastante avanzada, la cual influye en todos los aspectos de la vida.
Como se puede observar, son tantos los paralelismos,  que esa obra quizás tenga hoy en día más de ciencia que de ficción.

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