miércoles, 1 de febrero de 2012

LAS FAUCES DEL LEVIATÁN


Pasaron los días de vino y rosas. Todos bebimos del cuerno de la abundancia y nos dejamos embriagar por su elixir. Adoradores del Vellocino de oro, sucumbimos a sus encantos y nos dejamos cegar por el brillo de su falso oropel .Mea culpa, nostrapte culpa. Cuál frágil es el espíritu humano que se dejó mecer por la mano que ahora le ahoga y le aprisiona. Cuál difusa es su mente que se dejó deslumbrar por unos falsos reflejos de hojalata.
Todos participamos de semejante bacanal y cuales títeres y marionetas bailamos jubilosos acorde al ritmo que nos quisieron tocar, para algarabía y regocijo de su compositor.
Despertados del sueño efímero y con los restos de la resaca en nuestra sangre, abrimos los ojos a la realidad y nos encontramos en el abismo a donde nos habían arrojado.
 Nadie, hasta ahora, había visto tan de cerca las fauces del Leviatán,  que se alimenta de sus propios hijos con tal de saciar su hambre y su sed de codicia;  que no conoce fin, y no escatima en medios para llevar a cabo su macabra orgía.
La imagen plástica de semejante engendro la imaginó a la perfección Francisco de Goya en  uno de sus trabajos, cuando dio vida a un tenebroso cuadro, cuyo título,  ejemplariza a la perfección  algunas de las fobias de su autor y el descarnado retrato de nuestra realidad: “Saturno devorando a sus hijos”.
El Leviatán viene dispuesto a arrebatarnos lo que tanto nos ha costado conseguir. Cabalga a lomos de su corcel, cual jinete del apocalipsis,  destruyendo a su paso a cuantos le entorpezcan en su holocausto final. Y cuando se deshace de su máscara de oropel lleva tatuado en su rostro la marca de su verdadero ser: Neoliberalismo.
 El neoliberalismo como manera de organizar la vida en el mundo, de una concepción del capitalismo más radical y voraz, que absolutiza el mercado y lo convierte en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano.
Uno de sus principales objetivos no es otro que el de someter lo político y la historia a la tiranía de una economía que no tiene otro objetivo que el de acrecentar la pauperización y hacer posible la riqueza de los ricos mediante la pobreza cada vez mayor de los pobres.
Y lo hace ejerciendo la violencia a través de uno de sus brazos ejecutores: Los mercados .La fuerza se distingue de la violencia en que la primera sabe adónde va, mientras que la segunda se somete a las pulsiones salvajes que la habitan. La tiranía de los mercados es una violencia, la política es una fuerza. Y ésta no debe ser doblegada por aquella.
Ahora, más que nunca, se hace necesario que alguien ponga freno a semejante desmesura. Que alguien se enfrente a la bestia y que luche por desterrarla a los confines del Averno. Algunos antojan una lucha de David contra Goliat, pero no olvidemos quién ganó finalmente esa batalla.

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