miércoles, 5 de octubre de 2011

AL OTRO LADO DEL MURO VASCO


El Muro de Berlín , apodado «Muro de la vergüenza» por parte de la opinión pública occidental, fue parte de las fronteras interalemanas desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989 y separó a la República Federal Alemana de la República Democrática Alemana hasta ese año.
El muro se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros que separaban a la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. Fue uno de los símbolos más conocidos de la Guerra Fría y de la separación de Alemania.
El Muro de Berlín cayó en la noche del jueves, 9 de noviembre de 1989, al viernes, 10 de noviembre de 1989, 28 años después de su construcción. 
En Euskadi también ansiamos poder derribar algún día, no muy lejano, el “Muro Vasco”. No es un muro físico ni tangible, como el de Berlín. Es un muro imaginario, pero que, al igual que el alemán, también ha separado a familias, a hermanos de sus hermanos, a amigos de sus amigos  y a madres de sus hijos. Es un muro que ha sido lentamente edificado sobre el odio, la xenofobia, sobre la ficticia supremacía de unos frente a otros y sobre el falso derecho de una parte a decidir por el todo.
Un muro que se ha ido levantando con las manos ensangrentadas y en el que cada piedra es un lamento desgarrado.
Ha llegado la hora de derribar el muro vasco. Desde uno y otro lado debemos comenzar a golpearlo con fuerza hasta que se desmorone y caiga para siempre. Que cada piedra que lo compone se convierta en un “souvenir” del pasado. En un recuerdo de lo que nunca tendría que haber sucedido.
Que sobre sus ruinas se comience a edificar un monumento con las piedras de la memoria, la tolerancia, la democracia y la verdad.
Porque al otro lado del muro vasco, quizás algunos, encuentren la realidad que sus paredes no le dejaron ver.

Porque al otro lado del muro vasco, quizás algunos, se vuelvan a encontrar con sus familias, los hermanos con sus hermanos, los amigos con los amigos y las madres con sus hijos. Pero cuando el muro vasco caiga, también los verdugos deberán mirar a los ojos de sus víctimas. Sólo en ellos verán el daño causado y sólo enjuagándose en sus lágrimas podrán encontrar su redención.
Porque al otro lado del muro vasco nos espera la tan ansiada paz y libertad que se merece este pueblo.
Será entonces el momento de comenzar a escribir las primeras páginas de una nueva historia .De una sociedad, la vasca, que tan sólo ansía vivir en paz, o que quizás tan sólo ansía poder comenzar a vivir.

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