jueves, 20 de octubre de 2011

UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

Se han vertido ríos de tinta sobre la famosa Conferencia de Paz, que tanto por su puesta en escena, como por el plantel de sus actores y   por su exposición mediática, podría denominarse la “Gala de la Paz” o el” Festival Internacional de la Paz de San Sebastián”.
Lo cierto es que, una vez terminada la ceremonia, la crítica no ha sido unánime, y ha suscitado reacciones y opiniones para todos los gustos. Las sensaciones van desde la decepción y desilusión de unos hasta la euforia e ilusión de otros. Sinceramente creo que ni lo uno ni lo otro. No hay motivo para la decepción de unos, puesto que probablemente, ésta no era sino una parada obligada en tan largo viacrucis. Y tampoco hay motivo para la euforia de otros, puesto que su declaración de intenciones es tan sólo eso: Una declaración de intenciones, o si se quiere, un guiño a su clientela, sin más.
Entre unas y otras posturas, tal vez encontremos la equidistancia, el punto de inflexión, en las declaraciones del Lehendakari: “Lo realmente positivo es que “ya no queda nadie ni dentro ni fuera de Euskadi que no se haya sumado al clamor de la inmensa mayoría” en la exigencia a ETA de que abandone las acciones terroristas. Es decir, la pelota está en su tejado, y ya no le queda recoveco alguno en donde refugiarse. Y es ahí a donde queríamos llevarla, si se quiere, y haciendo gala una vez más de una enorme generosidad democrática, para hacerle más fácil y digerible su propia derrota. O es que acaso, no hemos asistido ayer a la escenificación de la derrota de ETA. Desde este punto de vista, es sin duda, un triunfo de los demócratas, y como el propio Lehendakari ha remarcado, “es una magnífica noticia”.
Y por si a alguien le quedan dudas, un aviso a navegantes, también del Lehendakari: “La recomendación para constituir una mesa de partidos que encauce una consulta de autodeterminación “responde más a las posiciones de quienes organizan la conferencia que a los de la sociedad”.
Quizás algunos habían depositado unas expectativas demasiado altas en la Conferencia, quizás algunos lo hayan percibido como una de cal y otra de arena. Pero lo cierto es que la Conferencia ha respondido a sus propias expectativas, a las intrínsecas: Las de maquillar, suavizar, envolver una derrota, pero derrota al fin y al cabo. Y la de dosificar una victoria: La de la sociedad vasca y la de todos los demócratas.

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